De un tiempo a esta parte encuentro testimonios, artículos, blogs, entrevistas y libros que narran las peripecias de las familias de acogida en general o de algunas de ellas en particular. Y es que creo que cuando acoges y disfrutas de ello, necesitas que la gente lo sepa, que tenga la oportunidad de saber qué se siente y cómo se vive, que lo piensen, que duden, que se interesen, que se acerquen a preguntar y que se den la oportunidad de probarlo.
Y así conoces a gente que empezó por un anuncio que vio y ya no puede dejarlo; a gente que conocía a otros que acogían y se animaron a intentarlo; a gente con hijos mayores, con hijos pequeños, con hijos que nacieron después de sus hijos acogidos y gente sin hijos; familias de uno, de dos, de tres, de cuatro... y hasta de ocho miembros; gente de pueblo, gente de campo, gente de ciudad. Y ves a los niños jugar, saltar, sonreir.
Y así conoces a gente que empezó por un anuncio que vio y ya no puede dejarlo; a gente que conocía a otros que acogían y se animaron a intentarlo; a gente con hijos mayores, con hijos pequeños, con hijos que nacieron después de sus hijos acogidos y gente sin hijos; familias de uno, de dos, de tres, de cuatro... y hasta de ocho miembros; gente de pueblo, gente de campo, gente de ciudad. Y ves a los niños jugar, saltar, sonreir.
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